¿Cuál es el origen de esta violencia? Los atavismos, las sociedades patriarcales, que han convertido una diferencia biológica en una diferencia social. A las mujeres se nos asignó desde bien pronto el papel de matrices y esclavas sin capacidad de razonamiento. Se nos alejó de los centros de poder, se nos mantuvo al margen de las decisiones, cruciales o no. Poseer un útero era sinónimo de debilidad mental y se nos relegó a las cocinas, a los campos, a los paritorios, mientras eran los hombres (padres, esposos) los que decidían sobre nuestros destinos.
Llevamos milenios cumpliendo nuestro rol biológico-reproductor-pasivo. En sólo un siglo, los cambios se han sucedido de forma frenética. La mujer llega a considerarse PERSONA y exige sus derechos: Un plano de igualdad con nuestros compañeros los hombres. Paso a paso, vamos haciendo realidad algo que antes parecía impensable: Conseguir el reconocimiento a nuestras capacidades. Lograr el acceso a la educación, a puestos laborales de responsabilidad, nuestra incorporación al mundo político, social y cultural…
Todo esto suena bien ¿no es cierto? Parece que la lucha tiene sentido porque vamos avanzando en nuestro propósito, que no es otro que la igualdad. Tener las mismas oportunidades, las mismas opciones que los hombres. Conseguir una sociedad justa no es lograr una sociedad con cuotas paritarias, porque las necesitamos para no quedar al margen. La sociedad justa será aquélla que promocione a la PERSONA VÁLIDA, sea mujer u hombre, sin discriminaciones ni zancadillas ni encuestas que maquillan una realidad que nos delata que estamos todavía a años luz de conseguir nuestros objetivos.
¿Qué tiene que ver todo esto con la violencia de género? PUES TODO. Las mujeres, ya casi genéticamente, estamos predispuestas al sometimiento. A que decidan por nosotras. Estamos acostumbradas a que nos releguen hasta tal extremo que acabamos convencidas de que en el fondo nos lo merecemos. Nos merecemos la humillación, el castigo físico o síquico, EL MALTRATO en toda su extensión.
¿Cuál es la raíz de este sometimiento? La rémora IDEOLÓGICA que arrastramos desde tiempos inmemoriales. ¿Cómo cambiar de pronto costumbres y roles tan afianzados? No se puede prender una nueva ideología (revolucionaria por lo demás) así como así, de un día para otro. No puedes convencer de golpe a una mujer de su valía, de que lo esencial es quererse a una misma, respetarse y, desde esa posición de fuerza y autoestima, trasladar, EXIGIR a tu entorno ese mismo respeto. Es el problema común en el colectivo de las mujeres maltratadas: Carecen de autoestima y eso las hace débiles, carne de cañón para el maltratador que abusa de ellas, que sólo está satisfecho si la ve pisoteada, despojada de toda esencia humana, hasta que la convierte en un fantasma temeroso que además Y PARA COLMO, se autoinculpa ella misma.
Llega a creer que es la culpable, que se merece las palizas y las vejaciones. Y por eso calla y sigue aguantando. Tiene miedo, está aterrorizada. Ve todas las puertas cerradas. Está sola. En ese estado, es incapaz de encontrar salidas, de denunciar para poner fin al martirio, de recurrir a los mecanismos legales para conseguir protección y asesoramiento. Es una mujer ciega y sorda, asustada. Incluso llega a defender a su maltratador, lo justifica… Tal es su ofuscación. Debo admitir que me entristecen a la vez que me producen rabia las estadísticas que señalan a las mujeres que retiran las denuncias … ¿No has sido valiente como para hacerlo? ¿No has tenido la fuerza suficiente para llegar hasta ahí? PUES SIGUE ADELANTE… NUNCA DES MARCHA ATRÁS. ¡¡ ES TU VIDA LA QUE TE JUEGAS!! Volver para recibir ración doble de palos, de insultos, de vejaciones, de violaciones… ¿Tan poco te importas? ¿Tan poco te importan tus hijos? Esos niños, víctimas colaterales de la violencia doméstica, que en muchas –demasiadas ocasiones-también son objetivos de la ira de ese hombre al que llaman “papá”…
Tampoco nos engañemos: Se habla de las ayudas que existen pero también sabemos que en muchos casos la Justicia es lenta; que estas mujeres, una vez separadas, se enfrentan a un futuro laboral incierto. Mujeres sin formación específica, sin experiencia al margen de sus hogares, con edades en la que llegan a una empresa y, al no poseer currículum alguno, son descartadas de inmediato. Por eso son tantas las maltratadas que vuelven. Porque han comprobado que ese abanico de promesas era ilusorio y regresan a sus hogares hechos añicos, a intentar sobrevivir entre sus escombros. Hay un trabajo tan duro y tan largo por delante… No cejar, presionar a organismos y estamentos. No estamos hablando de una carretera en obras, sino de UNA PERSONA CUYA VIDA PUEDE ESTAR EN PELIGRO. Una persona que, tristemente, muchas veces ya no es ni persona sino una sombra, pero es OBLIGACION nuestra, (de la judicatura, de los estamentos políticos, de las asociaciones de mujeres) poner en marcha mecanismos rápidos y efectivos. Hay que protegerla, hay que alentarla, acompañarla, facilitarle la posibilidad de una nueva vida al margen de la tortura. No basta este 25 de noviembre de discursos y lazos blancos. Hacen falta días y años de trabajo para que esta lacra desaparezca y la primera implicada es la maltratada, que debe aprender a decir, a gritar ¡¡¡¡NOOOOOOOO!!!!
Marisa García (AMAT) |